A Karim Benzema (Lyon, 35 años) le han llamado a menudo el mal-aimé, el “malquerido” del fútbol francés. Después de Zinedine Zidane y hasta la irrupción de Kylian Mbappé, fue el gran futbolista de su época, pero nunca ha llegado a ser un ídolo de consenso como los otros dos mencionados. Como si no acabase de encajar. Cuando no era por su carácter poco expansivo, era porque no cantaba La Marsellesa en los partidos de la selección nacional. Cuando no era porque decía que Argelia, de donde son originarios sus padres, era el país de su “corazón”, era por asuntos más graves como el caso del chantaje por un vídeo sexual a otro futbolista de la selección. Ni él conectaba con una parte de sus conciudadanos, ni estos conectaban con él. Es como si el futbolista fuese un espejo de algunas neurosis nacionales.

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