Bellingham recupera el balón, lo prepara para el golpeo con la derecha, coloca el cuerpo <strong>y descarga la pierna con tal violencia que la puntera de su bota se alinea con su hombro en un paso de ballet propio de Zidane en Glasgow.</strong> La pelota se cuela irremediablemente en la portería de Ter Stegen, <strong>el universo madridista explota desde Rüdiger, el primero que ve el gol, hasta Manawatu-Whanganui</strong>, las antípodas de Madrid. Y <strong>Kroos, en el banquillo, admira unos segundos la obra y enloquece. Se pone a aplaudir.</strong>

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