Invitados por el Tour, que con su nombre hace negocio en países exóticos, a Singapur llegan los mejores ciclistas con su pareja, y alguno, como Pello Bilbao, con su niña en cochecito. Todos llegan relajados, charlas, jovencitos normales que, en chanclas, pantalón corto y camiseta parecen casi niños. Juegan, posan, hablan, por primera vez en todo el año sin tener metidas en la cabeza las órdenes de los jefes, las consignas, hay que ganar, hay que ganar, hay que ganar. “Qué gusto. Ahora, cuando estoy con periodistas, no tengo que estar pensando qué efecto causará lo que digo”, dice Formolo, italiano nacido entre los viñedos de Valpolicella, en Verona, acaba de fichar por el Movistar.
