Las <strong>lágrimas de Jesús Navas </strong>tras finalizar el partido frente al Getafe eran lágrimas <strong>de alegría, de rabia, de alivio y también de dolor</strong>. Porque el capitán del Sevilla lleva tiempo arrastrando unos <strong>problemas de cadera</strong> que a veces no le permiten ni andar. Así lo recordaba en los micrófonos de <em>Movistar</em> al finalizar el partido: «<strong>Los que están ahí saben de mi situación. Dos días antes estaba preocupado porque no podía ni andar. </strong>El míster lo sabía, mi mujer, mi familia. Me levanté por la mañana otra vez con ese dolor, pero dándolo todo». Es una leyenda del fútbol que <strong>colgará las botas </strong>el próximo mes de <strong>diciembre</strong>. ¿Por qué ese sacrificio? «<strong>Es mi Sevilla, las ganas pueden más </strong>pero llevo con esta situación cuatro años. Es complicado porque <strong>cada dos o tres días tengo ese susto</strong>, <strong>no puedo andar ni jugar con los niños</strong>, pero a seguir dándolo todo», añadió.