Dice la escena mucho de Jannik Sinner, un prometedor tenista que día tras día está más cerca del lugar que teóricamente le ha reservado el tenis para la próxima década; esto es, el privilegio. En un determinado instante del duelo contra el griego Stefanos Tsitsipas, el italiano (doble 6-4, en 1h 25m) coge el paño del asistente y limpia las gotas de sudor que ponen en peligro sus maniobras desde la línea de fondo, en vez de esperar cómodamente a que lo haga el voluntario. Así que se pone de cuclillas, agacha el lomo, identifica los puntos de riesgo y gatea para borrar uno a uno todos los rastros. Hoy por hoy es el cuarto mejor jugador del mundo, pero no le falta humildad y le sobra madurez. Tiene 22 años, pero parecen 30; dentro y fuera de la pista. Sabe que esta ahí, cerquita de la gran recompensa. Y reafirma la fe. La cuenta atrás sigue descontando segundos: hará cima Sinner pronto, nadie duda.

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