Quizás fue la fuerza de la costumbre. <strong>Esos 36 partidos seguidos sin perder te acaban induciendo a un estado de excesiva confianza en tus propias fuerzas que bordea peligrosamente la relajación.</strong> O tal vez se tratara del escenario. De esta Champions en la que se pasean en los últimos años con mano de hierro, sea cual sea el rival o las circunstancias, y<strong> eso termina llevándote a la tentación de aplicar la ley del mínimo esfuerzo</strong>. El caso es que la primera parte no fue mala. Dominio estéril, con el recuperado Camavinga aportando vigor y recuperaciones en el centro, dando la sensación de tener el choque controlado.