Desde que Liberty Media adquirió los derechos de explotación de la Fórmula 1, en una operación cifrada en 7.300 millones de euros y que se completó en 2017, el gigante del entretenimiento se obsesionó con algo que ninguno de los anteriores propietarios había conseguido, a pesar de sus múltiples intentos: penetrar con fuerza en el mercado norteamericano. Los confinamientos derivados de la pandemia coincidieron con el lanzamiento por parte de Netflix de Drive to Survive, la serie documental que catapultó la popularidad del certamen y que le hizo llegar al gran público, ese más interesado en la vertiente más salsera y humana, que en la competitiva. Ya más adelante, el año pasado, Miami entró en escena para unirse a Austin, como la segunda parada en Estados Unidos. Con tal de aprovechar el tirón, los propietarios del Gran Circo se propusieron un doble salto mortal que tratarán de cuadrar este domingo (7.00 horas, DAZN), día en que Las Vegas volverá a albergar un gran premio, 41 años después de la última vez. La rimbombancia del evento, eso sí, no tiene nada que ver con aquella carrera que ganó Michele Alboreto en 1982, en el circuito Cesar Palace.
