Mandíbulas apretadas, últimos arreones sobre la bici, pedaladas con el alma más que con las piernas y, de repente, la sangre que no llega al cerebro. Eso le sucedió a Van Eetvelt (Lotto), que, cuando estaba a punto de cruzar la meta, levantó el brazo derecho como símbolo de la victoria, toma ya. Y toma decepción. Más que nada porque en esas décimas de segundo de festejo inútil, acaso para guardar la foto, probablemente se esfumó su oportunidad; apareció Roglic, caníbal él, y le privó del laurel y de la alegría, también le explicó que en el deporte, como en la vida, hay que luchar hasta el final. Fotofinish para el esloveno, para el tricampeón de la Vuelta, para el más fuerte. A su estela, Mas, Landa y Almeida, los otros candidatos de buenas a primeras, al tiempo que quedan desdibujados por sorpresa corredores como Carapaz, Carlos Rodríguez y Kuss, toda una bofetada de realidad.

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