Por muy dramáticos que fueran <strong>los dos últimos años en Liga del Sevilla</strong>, siempre había alguien que señalaba un posible salvavidas: que si tal entrenador, que si este grupo de jugadores, que si los fichajes que pudiesen llegar en enero… <strong>Al final se terminaba solventando la papeleta e incluso, en el primero de esos dos años, levantando un título. Aún había élite en el Sevilla. Verdadera y pura élite</strong>. De ahí un tremendo éxito europeo que ahora parece de otro tiempo. Eso ya se ha perdido. La élite me refiero. La mayoría se ha marchado por la puerta de atrás (jugadores, entrenadores, director deportivo…), mientras a otros se les ha malvendido o incluso regalado. <strong>Qué extraño que nada más que alguien empieza a ganar un poco con el Sevilla (Quique, por ejemplo) sale por patas</strong>. Algo pasa. Sólo hay que mirar quién se queda: <strong>una directiva de espaldas a su grada</strong> y con una más que cuestionable legitimidad accionarial (sólo sabe ganar a los puntos, patada a seguir, en los juzgados)<strong>; una Dirección Deportiva abrumada por la situación económica</strong> y que ha configurado un equipo más bonito que bueno, con todo lo que eso conlleva en una situación de <em>sálvese quien pueda</em>; una plantilla sin referentes, con <strong>nivel individual justito (hablo de ver el fútbol, no de regates intrascendentes)</strong> y compromiso colectivo insuficiente (falta físico real en la presión). Se ha vendido a todo lo bueno vendible (en condiciones alarmantemente ventajosas para el club comprador) y los referentes son <strong>niños a los que les aplasta la responsabilidad de ese escudo y ese estadio</strong>; y en el banquillo, un buen entrenador, trabajador y de método, pero con la mala fortuna de elegir a <strong>un Sevilla de urgencias constantes.</strong> No hay tiempo, por mucho que se solicite. Se quiere llegar a las victorias más en las formas que en el fondo. Se mira el camino y no la meta. Se construye sobre un plano arrugado y sin un objetivo definido. <strong>Todo está en el aire, menos el propio Sevilla</strong>, que sigue desangrándose partido a partido de dos interminables años para en el tercero, con la élite que otrora atesorara, asistiendo a un entierro programado. Por capítulos. Una truculenta serie con un final conocido, aunque parezca que no mencionarlo ayuda a que no se cumpla. <strong>Si el barco se queda sin salvavidas, como le dé por hundirse, estás perdido.</strong>

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