Los Juegos Olímpicos desprenden un magnetismo difícil de explicar e imposible de igualar. Tal vez sea la cadencia -cada cuatro años-; la cantidad de disciplinas -32 deportes y 329 pruebas en la edición de París-; o el gran número de países que participan -206 estuvieron presentes en París-. Puede que sea la mezcla de todo, aderezado con los valores del deporte y que, como resultado, generen ese espíritu olímpico del que tanto se habla y se escribe, y que también puede poseer a los millones de personas que siguen la competición a través de las pantallas. Solo así se explican, por ejemplo, los nervios primero y la emoción después en una final de la prueba de slalom de piragüismo o el dolor compartido al ver a una jugadora de bádminton perder sus opciones de medalla por una lesión. Los Juegos son una máquina de generar historias. De éxitos y fracasos. De sorpresas y decepciones. De gestas y récords.

Seguir leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *