El Real Madrid recayó en los pecados cometidos en el Metropolitano. Ante un Liverpool intenso, organizado y bien armado cedió la segunda derrota de la temporada que no es grave a nivel estadístico, con la Champions encarrilada. Sí en lo anímico, de nuevo inferior en los duelos, en el juego aéreo, en la intensidad hasta el gol. No recibió una goleada porque Courtois ve una camiseta roja y se convierte en un gigante. Sacó media docena de goles, sin exagerar. Dos a Szoboslai, uno a Mac Allister, uno a Van Dijk, otro a Ekitiké y el último a Gakpo. Remates claros, a bocajarro. El belga no pudo sacarlo todo, y el equipo le devolvió poco o nada. Un disparo de Bellingham, algo de Mbappé y poco más. Ni atacó bien ni defendió con orden, de nuevo con Huijsen y Camavinga desnortados. Al entrenador le toca volver a pegar los pedacitos del equipo blanco, que se quedó corto en Anfield.

