Mateo Busquets Ferrer, el árbitro que paró el derbi del Metropolitano, ha frecuentado durante diez años el mismo gimnasio de Palma de Mallorca, en el que pasa desapercibido. Hasta este martes. Por la mañana se le acercaron dos mujeres que confesaron que no sabían nada de fútbol, que temían incluso estar equivocándose de persona, pero que cumplían la misión de trasladarle un mensaje: “Nos han dicho nuestros maridos que te demos la enhorabuena”.