Asiste la Arthur Ashe a un extravío en toda regla, sorpresón nocturno en la central. Salta por los aires toda lógica, porque pocos, quizá solo los más osados, podían imaginarse que Botic van de Zandschulp, un tenista que en los dos cruces previos con Carlos Alcaraz no había logrado arañarle ningún set al murciano y cuyo límite en un grande eran los cuartos firmados hace tres años en el torneo que hoy ocupa, podía tumbarle a estas alturas en Nueva York, ojiplático el aficionado. ¿Es ese Alcaraz o un sucedáneo? Ni rastro de la sonrisa, sin huella alguna del disfrute. Es un campeón deambulante y desconcertado. Contra todo pronóstico fulminado: 6-1, 7-5 y 6-4, en 2h 19m. Lo celebra con elegancia y saber estar el neerlandés, de 28 años y 74º del mundo. “Desde el primer punto creí que tenía una oportunidad”, dice. Y admite el derrotado, herido tras su derrota más severa en un Grand Slam: “En esta gira he dado pasos hacia atrás de cabeza, y no entiendo porqué. Tengo que ver qué me pasa”.

Seguir leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *