El día después de la caída y del terremoto, manos a la cabeza todo el mundo la noche anterior, en Flushing Meadows se intenta dar con los porqués y se repite la pregunta en uno y otro rincón: ¿Qué demonios le pasó a Carlitos? ¿Qué pasa ahora mismo por esa mente saturada? ¿Por qué perdió así y ahora, firmando el que haya sido probablemente su partido más pobre en un grande y frente a un jugador, Botic van de Zandschulp, que previamente no había conseguido birlarle siquiera un set en los dos cruces previos? Habla un tenista herido y anímicamente fundido y confundido, consumido a raíz del esprint emocional efectuado en los cuatro últimos meses y de otra temporada a todo gas, curvas y más curvas en las buenas y en las malas. Tiene 21 años y, por tanto, mucho que aprender.
Badosa remonta y accede por primera vez a los octavos
Dedo al cielo, Paula Badosa festeja en el centro de la Louis Armstrong después de un encarnizado pulso con la rumana Elena Gabriela Ruse, resuelto a base de mucha templanza, de mucho corazón y a las bravas: 4-6, 6-1 y 7-6(8), tras 2h 32m. “He hablado con mi entrenador [Pol Toledo] y me ha dicho que solo había una opción, que era la de ser más agresiva e ir a por el punto antes que ella. Así que eso es lo que he hecho”, expone la catalana, mordiéndose el labio por la emoción y saboreando una cota dulce y desconocida para ella en Nueva York, la de la segunda semana y los octavos del torneo; premio, independientemente de lo que suceda de aquí en adelante, para una jugadora rebelada contra una realidad que parecía haberla acorralado.
Le ha cercado en este último cruce Ruse, engañosa; la 122ª, pero superior en términos de juego. Había apeado en la estación previa a la checa Barbora Krejcikova —campeona de Roland Garros y el último Wimbledon— y llega a disponer una bola de partido en la segunda manga que desbarata Badosa.
La catalana, de 26 años y citada con Yafan Wang (80ª), es una de las dos bazas de las que dispone el tenis español. La otra es Jessica Bouzas, citada hoy —a las 18.00, Movistar+— con la estadounidense Pegula.