El Ultra Trail du Mont Blanc (UTMB), la tortura de 171 kilómetros y 10.000 metros de desnivel positivo convertida en santo grial, devora a sus aspirantes en la noche y apaga sus frontales. Familiares y entrenadores esperan a ciegas en Courmayeur, el ecuador de la carrera, la llegada en la madrugada de sus corredores con la única pista del último punto de control. Jess Brazeau prepara todo para la llegada de Jim Walmsley, el estadounidense que defiende título. Pero en apenas unos kilómetros pasa de liderar a estar fuera del top diez, tocándose la rodilla, más necesitado de terapia que de arroz. Uno de los pocos que conocía a Vincent Bouillard, el ingeniero francés de 31 años de su marca, Hoka, que salía en cabeza mientras su mujer esperaba. Alguien sin contrato profesional que no estaba en ninguna quiniela y que cambió su vida en 19 horas, 54 minutos y 23 segundos con una victoria inolvidable.

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