Hay personajes que aportan algo especial, diferenciador, a los torneos donde acuden. Y Joaquim Durao (1930–2015), era uno de ellos. Muy culto, amable, políglota y con pasión infinita por el ajedrez, al que se dedicó intensamente durante más de sesenta años, el ambiente después de las partidas en la sal de juego o el vestíbulo del hotel siempre era mejor con la presencia del trece veces campeón de Portugal.

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