Hizo pop y no hubo stop. Se presumía que el Olympiacos sería el gran rival del curso –también el Panathinaikos– en cuanto ensamblara las piezas, equipo hecho con talonario y buen gusto. Su cocción era cuestión de tiempo y frente al Barcelona acabó por dorarse para gritar a los cuatro vientos y en dos envites [ya descarriló al Madrid hace un par de días] que quiere y puede ser el rey de la pelota naranja. Lo padecieron los azulgrana, que tienen un conjunto de lo más resultón, aunque insuficiente por ahora, todavía un sueño cuando el Olympiacos es una realidad.

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