Un año después del tsunami que provocó el beso no consentido del ya expresidente Luis Rubiales a Jennifer Hermoso un ambiente de volatilidad e interinidad reinan en la Ciudad del Fútbol, la sede de la Real Federación Española ubicada en Las Rozas. Pedro Rocha, el hombre en el que delegó Rubiales y presidente electo desde el pasado mes de mayo, permanece en un segundo plano después de que el 16 de julio el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) le impusiera una sanción de dos años de inhabilitación por haberse extralimitado en sus funciones. Meses atrás, Rocha había despedido al secretario general Andreu Camps mediante una decisión personal cuando presidía la comisión gestora creada tras la inhabilitación de Rubiales. El de Camps fue el primero de los despidos provocados por las demandas de regeneración en la RFEF que exigieron las internacionales y que han supuesto fuertes desembolsos para las arcas federativas en indemnizaciones. El caso más flagrante fue el del seleccionador femenino Jorge Vilda, al que Rubiales prometió un aumento de sueldo, 500.000 euros al año hasta 2024, en la infausta asamblea en la que este último se negó a dimitir. Vilda se agarró a ese anuncio de Rubiales como un acuerdo verbal para percibir 1,8 millones de euros de indemnización, según adelantó Relevo. Aún quedan pendientes las posibles indemnizaciones de otros despidos que están a la espera de juicio, como el del director de comunicación Pablo García Cuervo, o el del director deportivo Albert Luque, blindado con un millón de euros. Este no ha sido reemplazado en su cargo, como tampoco Markel Zubizarreta, que era el director de la femenina. Ahora mismo la dirección deportiva de ambas selecciones está descabezada.

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