Que el fútbol es un estado de ánimo, como dijo Jorge Valdano, lo demuestra una clase de aficionado del Madrid capaz de creer a ciegas en la remontada de un 0-2 en el minuto 90 mientras da por tirada la Liga en agosto por cuatro puntos abajo. Es cuestión de perspectiva y de oportunidad: ese aficionado se ha educado en el vértigo de unos pocos minutos y no está acostumbrado a la larga distancia, y de ahí proceden también numerosos problemas en la vida: creemos en la gloria cuando la vemos en otras manos, no cuando la vemos partir con un desierto por medio. Es la simpática línea que confunde la exigencia con el catastrofismo; la exigencia espabila al equipo y lo mantiene en guardia, mientras que el catastrofismo tira, o amenaza con tirar, por la borda el trabajo nada más empezarlo.

Seguir leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *