He aquí una resurrección, y con ella un aterrizaje definitivo en las alturas. Carlos Alcaraz tiene un socio. Abran paso a Jannik Sinner, el chico que dos días antes rindió a Novak Djokovic y que acaba de completar una remontada monumental en Melbourne, testigo de un episodio excepcional: solo ocho veces se volteó la final de un grande en la Era Abierta, a partir del 68. Son casi las doce de la noche y él, coronado ya tras reducir magistralmente a Daniil Medvevev, primer grande en la vitrina, se dirige a la grada de la Rod Laver Arena. Le falta rodaje en el parlamento, claro. Breve y directo. “Hola a todos”, dice con el trofeo en las manos. “Ya no sé qué mas decir…”, agrega con ingenuidad. El chico pelirrojo de pelo revuelto que amenazaba fuerte golpea (3-6, 3-6, 6-4, 6-4 y 6-3, en 3h 44m) y el gigantón ruso, elegante, le felicita y se consuela. Qué remedio.

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