Antes de empezar el partido, una televisión entrevistaba a Carlo Ancelotti, y Pep Guardiola miraba a su rival en una pantalla sentado en el banquillo. El italiano decía algo sobre que si su equipo desarrollaba durante el partido el 30% de lo que habían preparado, estaría contento. En su asiento, Guardiola negaba con la cabeza, se la rascaba, bajaba la vista. El entrenador del Manchester City se encontraba en el banquillo donde más exitoso ha sido, si el éxito se mide con la vara del nivel de frustración ajena. Mientras escuchaba a Ancelotti, todavía solo había perdido una vez en el Bernabéu como entrenador en sus nueve visitas anteriores: seis victorias y dos empates. Pero la derrota había sido precisamente con Ancelotti en el otro banquillo. Y también en una semifinal de Champions, cuando se presentó en Chamartín a los mandos de un Bayern Múnich que había arrasado en Alemania y parecía lanzado a la final.

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