El Girona había puesto en jaque el relato del estilo del Barcelona la campaña pasada. Un relato por momentos superfluo, en otros cardinal en el barcelonismo, que el Girona de Michel se había apoderado en los dos derbis catalanes de la última temporada (2-4 y 4-2), el curso definitivo para que el presidente Joan Laporta se hartara de Xavi Hernández. Y fueron, precisamente, los dos duelos frente al Girona lo que se marcaron en rojo desde la directiva azulgrana. Laporta se enervó más de lo habitual en la primera derrota en Montjuïc —”quería echarlo”, recordaban en la Junta— y no escondió su enojo en la caída en Montilivi: “Esto no puede ser”. Pero Hansi Flick tomó el mando y, según afirman en el área deportiva, el Barcelona “ahora sí tiene un entrenador”. El cambio en el banquillo azulgrana lo sufrió el de Michel en su casa (1-4) y lo celebró Laporta. Por supuesto, también el vestuario.