La cara de <strong>Laura García-Caro </strong>era un poema, quizás la de todo el atletismo español. La onubense era recibida por <strong>Álvaro Rodríguez</strong>, su agente, en la zona mixta, que <strong>la esperaba con un ramo de flores y se fundían en un abrazo.</strong> Uno muy especial de consuelo e inmenso cariño por <strong>una atleta que lo había pasado francamente mal en los últimos tiempos.</strong>