Nos desvelan, emocional y horariamente, la Eurocopa y la Copa América, torneos separados por un océano y animados por distintos fondos culturales. En tiempos de uniformización, sobreviven signos autóctonos: más académico, pulcro y de alto ritmo el fútbol europeo; más astuto y violento el sudamericano. Con un aburrido punto en común, la dificultad de encontrar claridad en los caminos hacia el gol. Falta el golpe de vista clarividente, las asociaciones relampagueantes de la olvidada pared, que alguien elimine a alguien. Y, sin embargo, seguimos pegados a la pantalla.

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