Xabi Alonso empezaba a pisar un suelo demasiado caliente en el Real Madrid. El descontento de varios jugadores con alguna de sus decisiones —como había quedado evidente al menos con Vinicius, Valverde y Endrick— se sumaba a la sensación de duda que acompañaba al equipo desde la tarde negra del Metropolitano (5-2). La victoria y superioridad en el clásico le conceden, pues, tiempo y crédito al técnico vasco para seguir plantando la semilla, pero en paralelo el desafío que le planteó Vini delante de todo el estadio y todo el planeta cuando se marchaba sustituido en el minuto 72 pone a prueba más todavía su capacidad de mando en el vestuario.

