A tiempo, en un momento de máxima delicadeza porque el Rayo se había puesto por delante en el marcador a falta de un cuarto de hora, emergió el mejor Julián Alvarez. Lo esperaban sus compañeros, Simeone, la grada y el club, y el argentino con un tanto de oportunista y otro de buen pegador de media distancia puso el 3-2 definitivo. Ya había puesto a su equipo por delante pasados los diez minutos de juego con una buena volea. Su trascendencia fue un alivio para el Atlético y un chute anímico con vistas al derbi después de un partido de mecha corta, con los dos equipos vaciados en una búsqueda intensa de la victoria. Cada uno en su verdad y a todo trapo.
