No estaba el dios de la bicicleta Tadej Pogacar y tampoco se esperaba a Remco Evenepoel en la salida, capaz de lograr dos oros olímpicos de una tajada, cohete en la crono y festival en ruta, por lo que por San Sebastián se respiraba con un poco de alivio, pues el diablo belga ya se puso la txapela en tres ocasiones, en 2019 y en las últimas dos ediciones. Descansando ahora de su voracidad, Remco cedió el uno a su compañero Alaphilippe, que también se llevó el laurel en 2018, éxito del Soudal Quick-Step porque suyo había sido el galardón en cuatro de las postreras cinco Klasikoas. El señalado como favorito para el certamen, sin embargo, era Jonas Vingegaard, segundo en el Tour reciente —aunque ya contaba con dos en el zurrón—, que advirtió que llegaba fresco y con ganas al recorrido de 236 kilómetros con siete puertos, míticos Alkiza y Jaizkibel, por conocer el temido Pilotegi, dos kilómetros que eran un muro endemoniado con una media del 11,7%, un auténtico rompepiernas con tramos de hasta el 27%. Pero la gloria le pilló lejos. “Me ha sorprendido que no estuviera en la pelea porque se le veía fuerte”, reconoció Marc Hirschi (UAE) tras cruzar el primero la línea de meta, sprint victorioso el suyo en un mano a mano con Alaphilippe, que por poco no hizo honores a su dorsal, segundo en un cajón que completó el belga Lennert Van Eetvelt (Lotto).

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