No hay pasado, por más brillante y ganador que haya sido, incluso hasta idílico, que te rescate de un presente calamitoso. El fútbol tiene menos piedad que memoria. Y así lo sufrió la hinchada del Mallorca, que de convertirse en el equipo revelación de la Liga a principios del siglo XXI, con clasificación incluida a la Champions League en la campaña 2001-2002, pasó a descender a Segunda B en 2017. En 15 años, saltó del mítico Highbury Park (Arsenal, 38.500 espectadores) al campo del Olot (2.500). Y el frío y viento de Londres no tiene nada que ver con el de la Costa Brava. Básicamente por una cuestión de glamour. “Tenía claro que saldríamos adelante. Era el camino, esa experiencia nos tenía que curtir”, explica Alfonso Díaz, CEO de negocio del Mallorca.