Después de una contrarreloj donde solo Roglic levantó la mano entre los aspirantes al cetro final, el pelotón se reunió en la segunda etapa de la Vuelta, de Cascais a Ourém, kilómetros sin apenas montículos -Alto do Lagoa de inicio y Alto do Batalha superado el ecuador-, siempre bella Portugal, trufada de verde e iglesias, bañada por el Atlántico que colorea al Algarve, paso por la localidad del legendario Joaquim Agostinho (el mejor ciclista portugués de la historia) y final en un ligero repecho por el que se relamían los sprinters, toda vez que serán pocas las ocasiones en las que los golpes de riñón a la velocidad hipersónica valdrán el laurel. Candidatos, por eso de que la Vuelta es más que escarpada, no había demasiados, acaso un puñado. Ganador, australiano él, solo uno: Kaden Groves (Alpecin), el de casi siempre. Brazos arriba, un par de aplausos tras cruzar la bandera a cuadros, sonrisa y orgullo, victoria del favorito, trabajo hecho.

