Termina frustrado Eusebio Cáceres su concurso de salto de longitud (solo dos saltos válidos con el viento a favor y la lluvia molesta, y el frío, el quinto y el sexto, y solo 7,77m el más largo), se sienta en la primera fila del graderío, frente al pasillo de saltos, y le pide a Iván Pedroso, su entrenador, que le haga una demostración de cómo tiene que subir la rodilla en la batida, de cómo tiene que pisar, buen pisotón, sin temblar, para impulsarse y volar. Y Cáceres, el mejor saltador español, contempla embelesado al maestro de saltadores que se ha empeñado en conseguir que el alicantino de Onil, de 32 años, vuelva a ser grande. “Me encanta cuando me da lecciones prácticas, lo hace tan fácil, lo hace tan bien…”, suspira Cáceres. “Empecé muy bien, con un nulo muy largo, y haciendo lo que tenía que hacer, sin pararme antes de batir para no perder velocidad, sin pensar, mecánicamente… Pero después, volví a ser el de antes y cuando iba lanzado por el pasillo mi cabeza me decía que no iba a llegar a la tabla, y alargaba y me pasaba. Al menos vuelvo a sentir rabia, a tener ganas de pelear con los rivales”.