En Balaídos se les heló la sangre a los aficionados al ver a Raúl García rematar a gol un centro desde la banda en el descuento. Cuando el árbitro señaló la leve falta del delantero, respiraron aliviados. Había sudado sangre el Celta para darle la vuelta al marcador y hubiera sido un estropicio. Ahora, tras la victoria, les queda margen para la salvación. Los bilbaínos estropearon una racha de 49 partidos sin perder cuando inauguraban el marcador.

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