El arte de perder tiempo, ese truco que no solo sirve para ganar tiempo (¡vivan las paradojas!) sino para desquiciar al contrario y romper el ritmo del partido, no se lo ha inventado el fútbol: es una de las armas preferidas de muchos políticos. Mariano Rajoy era un adicto a la táctica de no tomar decisiones con la esperanza de que el tiempo acabara por resolver los problemas, aún a riesgo de quemarse las manos de tanto darle vueltas a las patatas calientes. Boris Johnson es otro gran artista del tiempo. Muchos creen que si todavía es primer ministro es porque Scotland Yard decidió a última hora intervenir en el escándalo de las fiestas en Downing Street durante los confinamientos por la pandemia: la primera consecuencia de la entrada en escena de la policía fue parar el tiempo, lo que ha reducido la presión sobre el primer ministro y ha permitido que entren en juego factores nuevos, como la guerra en Ucrania. Comprar tiempo, sin embargo, no siempre es garantía de éxito porque da más posibilidades al rival de marcar un gol en el descuento.

