El Gran Premio de Las Vegas de Fórmula 1 es la representación perfecta de lo que es la nueva realidad del Gran Circo. Ya no es ese espacio de garajistas, pilotos que vivían como estrellas del rock y lucha con máquinas que llevaban a los cuerpos al límite del límite. Es Netflix, lujo y esa vista desde los mejores hoteles y casinos -Bellagio, Flamingo, Caesars Palace…- que iluminan la fría noche en La Ciudad del Pecado. Pero hay algo en la base que comparten a la forma de entender a la F1: al final, hay un campeón. Y es lo que se viene a jugar.

