No hay mal que cien años dure. El Atlético, que no había ganado ninguno de sus siete partidos fuera de casa en lo que va de curso, se estrenó con un convincente triunfo ante un equipo, el Betis, de mucho fútbol y poca pegada. Simeone y los suyos realizaron un viaje hacia atrás. Se convirtieron, por fin, en un equipo complicado de superar, no muy brillante, pero efectivo. El Atlético de siempre, que desespera al rival y que sabe dormir los partidos a pesar de jugársela con un repliegue tan intensivo frente a los verdiblancos. En ese fútbol de trincheras, el Betis se desesperó aunque lo intentara de mil maneras. El gol a los cuatro minutos de Giuliano le sentó como un tiro. No lo esperaba. Todo fue remar y remar para chocar con los centrales del Atlético, unos fiables Giménez y Le Normand, todo bajo la batuta de Koke, que parece un chaval. En última instancia, además, apareció Oblak para frustrar a los béticos, en especial en la segunda mitad, cuando Lo Celso capitaneó la embestida andaluza. Un partido de los de antes para este Atlético, que sale del marasmo para hacerse con la cuarta plaza en un duelo directo con este Betis que juega bien, pero al que le falta mucho colmillo en duelos de esta trascendencia. A Simeone se le da bien el equipo verdiblanco, con el que solo ha perdido dos veces desde que llegara al banquillo atlético en 2012.

