Uno de los asuntos que han quedado claros en los tres primeros meses del Madrid pos-Toni Kroos es que los jóvenes del centro del campo todavía no se terminan de arreglar para coser el juego del equipo. Seguían necesitando los 39 años de Luka Modric. Se suponía que lo bueno para ellos es que el clásico, con la radical propuesta del Barcelona de adelantar la defensa hasta la medular, les evitaba de entrada pasar por ese trago. Les podía bastar con un breve trasteo y mandar una pelota en largo al espacio para tratar de conectar con Vinicius y Mbappé. Incluso, con un patadón desde su campo, como intentó Valverde a la media hora y que el ex del PSG no aprovechó del todo. La noche se ajustó al guion esperado y el encuentro se abocó a esos pocos metros donde se movían los atacantes blancos para intentar conquistar el latifundio que los zagueros azulgranas dejaban a sus espaldas. Una ecuación, en principio favorable, que, sin embargo, nunca fueron capaces de descifrar. Dos de los jugadores más acreditados del planeta para dominar el espacio se quedaron atrapados en la finísima y eficaz tela de araña de Cubarsí e Iñigo Martínez. Los envíos y sus movimientos nunca cuadraron.

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