No es, desde luego, el inicio previsto ni deseado. Al revés: sumamente accidentado. A los 20 minutos, el público de Tokio se lleva las manos a la cabeza y se disparan las alarmas cuando a Carlos Alcaraz, cohete y prodigio de la elasticidad él, se le queda enganchado el pie izquierdo en el desplazamiento y acto seguido se tumba sobre el suelo de la pista entre indisimulables gestos de dolor. Pinta feo el retorcijón, sutil pero aparatoso, y así lo corrobora la reacción inmediata del murciano, al que le cuesta incorporarse por sí solo y quien desprende la sensación lógica del susto mientras es atendido en la silla. Sudores fríos en Japón, hasta que el vendaje ayuda y todo queda en eso: un susto. Al final, 6-4 y 6-2 ante Sebastián Báez, en 1h 32m.

