El tenis se ha convertido, más que nunca, en un permanente ejercicio de supervivencia en el que más allá de jugar mejor o peor, del mayor o menor talento que se tenga, se impone sortear cada aparición sin sustos, salvaguardando el físico como se pueda porque cada maniobra esconde una trampa y cada partido oculta un cepo. Así que Carlos Alcaraz, que venía tocado del brazo derecho —“pronador redondo”, antebrazo— y que tuvo que renunciar recientemente tanto a Montecarlo como a Barcelona, celebra y saluda a la grada de Madrid con una amplia sonrisa de felicidad: objetivo cumplido. El 6-2 y 6-1 (en 1h 07m) logrado en el estreno contra Alexander Shevchenko le concede tiempo, avala las buenas sensaciones de los entrenamientos y le guía hacia el cruce del domingo con Thiago Seyboth Wild, 63º del mundo y superior este viernes (doble 6-4) a Lorenzo Musetti.

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