Es madrugada, se pone a gatear por el suelo de su vivienda como si fuera un bebé, jadea, suda y persigue un objetivo, que no es asaltar una fortaleza, sino llegar al cuarto de baño. El protagonista de este episodio es un adulto, Marco Van Basten, quien así contaba en sus memorias la peripecia para un acto cotidiano por las secuelas de una lesión de tobillo que le retiró del fútbol. Es deporte y dolor, un combinado que en ocasiones obliga a tomar una decisión irreversible. Así lo comunicó recientemente Orlando Ortega, el vallista español de origen cubano: «El sufrimiento tiene un límite». Mucho dolor.

