Al contrario de lo que sostenían algunos grandes eruditos como John Rambo, Jason Bourne o Jack Reacher, el pasado no siempre vuelve: a veces simplemente se cuela. Y así fue como regresó Leo Messi al Camp Nou: sin avisar, sin himnos, sin niños luciendo su camiseta, sin directivos portando regalos con los que agasajar a la familia del ídolo… Apenas un golpe de instinto trazado en la noche, como esos gatos viejos que jamás olvidan dónde está el comedero. Le bastaron unas linternas, alguna prenda cara de abrigo y la complicidad de un puñado de operarios que todavía hoy se estarán preguntando si la visita fue real o el nuevo estadio ya es lo suficientemente viejo como para admitir la presencia de fantasmas.

Seguir leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *