Algo ha cambiado en Vinicius. No solo en su forma de jugar, sino en su forma de estar. Durante meses se le vio inquieto, frustrado, prisionero de su propia ansiedad. Los gestos, las protestas, los murmullos desde la grada/redes o las patadas que nunca cesan parecían haberle robado la alegría. Pero el fútbol, como la vida, siempre ofrece segundas oportunidades. Y Vinicius, que nunca dejó de insistir, ha decidido aprovechar la suya con cambio de mentalidad.

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