Cruyff, tan adelantado en todo, fue el primero que pretendió que su portería la ocupara un tipo hábil con los pies para iniciar el juego. Se acababa eso del voleón al otro campo para que los disputaran el central contrario y el delantero centro propio. Aquellos duelos eran muy seguidos en Inglaterra, donde el realizador pinchaba la cámara pendiente de ellos dos mientras esperaban, forcejeaban y al fin saltaban a cabecear. Los aficionados llevaban contabilidades al respecto. Llegué a ver en Hyde Park a un padre con dos hijos que, en lugar de jugar un gol regateado, les enviaba desde la distancia centros altos para que los disputaran de cabeza.

