Resopla en el podio, apenas contiene las lágrimas mientras suena el himno, una sensación que apenas recordaba. Casi tres años han pasado, pero Marc Márquez vuelve a ser él mismo, a celebrar más y mejor que nadie una victoria, la número 60 de su trayectoria en MotoGP. Sonriente, extasiado, difícil describir las sensaciones. “Una mezcla de adrenalina y emoción”, dice él. Quiere bailar y le pide al DJ que suba el volumen, se lo pasa bomba con la afición, entregada en la invasión de pista. “Hacía mucho que no me sentía así”, reconoce.
