Todo el pueblo de Vila-real (Castellón, 50.000 habitantes) contuvo anoche la respiración durante poco más de media hora, el tiempo que duró el empate. Las calles desiertas, las terrazas de los bares con televisión llenas, los corazones encogidos y muchas ventanas con luz chisporroteando una retransmisión deportiva, la más importante para la ciudad. La contención no pudo frenar algunos gritos de euforia, de ánimo. Pero la ilusión duró poco más allá del descanso. A los 16 minutos de la segunda parte, cuando la esperanza de una remontada histórica se mantenía viva, llegó el primer gol del Liverpool y el júbilo dio paso a los nervios y, después, con el segundo y el tercero, al desconsuelo, a las manos en la cabeza, al taparse los ojos. Pero con una afición acostumbrada a reponerse, a superarse, la afición del Villarreal no abandonó este martes a su equipo.
