Si Gil Manzano hubiera concedido el gol de Bellingham tendríamos exactamente el mismo lío pero al revés.<strong> Es la consecuencia de haber gestionado una jugada muy simple de la peor manera posible. Porque la jugada, en sí, no ofrecía mayor dificultad</strong>. Una vez se saca el córner o se pita en el despeje o se deja seguir. Gil Manzano se quedó a medias e hizo lo peor: <strong>pitar contra la esencia del juego</strong>. Ningún jugador se quedó parado porque todo el mundo entendió que la jugada estaba viva. Los finales, en fútbol, se pitan cuando la pelota o la fase de la acción ha entrado ya en una zona de intrascendencia. Es una norma no escrita. Ni se interrumpe una acción de ataque, ni se pita en pleno remate -ver gol que anulan al Valladolid la temporada pasada y que le manda a Segunda- <strong>ni se hacen cosas contra la lógica de un juego que en muchas de sus fases, no necesita ser reglado ni explicado</strong>. Es, simplemente, eso que llamamos fútbol y que parece no entrar en la cabeza de muchos colegiados, empeñados en favorecer el papeleo antes que el juego. Le ocurrió al propio Gil Mazano en la primera parte, cuando pitó el final con una acción de ataque del Valencia dentro del área del Madrid.

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