Nadie se mueve. Nadie quiere. Nadie puede. Esperan el momento fatal hipnotizados por el trantrán de Domen Novak que asciende y desciende Stockeu sin siquiera levantar la mirada hacia la placa a Eddy Merckx, rey de los lugares, dedicada, que atraviesa las badlands abrasadas de las Ardenas hacia el col de Rosier, viento de cara, bosques con árboles de ramas aún desnudas en un domingo de abril de temperaturas invernales; que se acerca a La Redoute, el campo de batalla, su amigo Tadej Pogacar a su rueda. El UAE al control. “Ha sido un día horroroso de tiempo”, dice luego. “Así que para entrar en calor decidimos en el UAE mantener siempre un buen ritmo”. En el pinganillo, los directores. No les hablan de épica, de leyenda, de historia. Les recuerdan los puntos. Los que se lleva el segundo, el tercero, el décimo y hasta el vigesimocuarto. Todos son importantes.

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