No queda nada de Fellini en este Campeonato de Europa de estadio enorme y gradas desangeladas. Ni rastro de esa Roma palpitante y exuberante que retrató como nadie el genial director de Rimini. Quizás ese caos inherente que convierte a una buena parte de Italia en un país tan fascinante. <strong>José María Odriozola</strong> (Pontevedra, 1939) está de acuerdo y recuerda con cariño la figura de <strong>Primo Nebiolo</strong>, sobre todo porque acaba de comer con <strong>Luciano Barra</strong>, mano derecha del sempiterno presidente de la antigua Federación Internacional de Atletismo (IAAF), que acabó pagando el pato por el escándalo de <strong>Giovanni Evangelisti</strong> en el foso de la longitud del Mundial de Roma de 1987.

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