Cuando Jan Oblak puso su pie derecho un poco delante de la línea, dejó el izquierdo detrás de ella para que nadie pudiera dudar de la validez de su acción. Se fue a buscar lleno de fe y de calidad el tiro de penalti de Klaassen. Lo hacía con la convicción de quien ya había detenido el anterior, lanzado por Alexis Sánchez. Y de quien está convencido de que aquella pelota va a llevar esa trayectoria. Y también de que si el lanzador ha cometido el error de ahorrarse un palmo para asegurar el disparo, ese tiro acabaría encontrando sus guantes, terminaría con la pelota fuera de su portería.

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