Puede que la virtud esté en el término medio, pero es complicado que los aficionados a los deportes de equipo retengan en la memoria a aquellos que no destacaron. Sí lo harán, curiosamente, con los que brillaron en el sentido opuesto: los paquetes. Pasado un tiempo prudencial —que suele implicar varios años, de tal manera que las personas que erraron en el fichaje ya no pertenecen a la entidad— el hincha comienza un curioso proceso mental de romantización del fracaso. Dedica las tertulias con sus amistades a loar las inexistentes virtudes del deportista en cuestión, ríen a carcajadas sus fallos, celebran sus ocurrencias; podría parecer que, incluso, lo echan de menos. Pero habría que verlos años atrás, cuando aquellos fiascos vestían las camisetas de sus equipos.

Seguir leyendo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *